miércoles, 1 de junio de 2011

Hay maneras de vender


Dos modelos de negocios que han crecido en Uruguay desde el inicio de milenio son: la venta de productos y servicios online, y la venta ambulante. Lo que me parece extraño, porque son modos de ganar dinero que se rigen por reglas diferentes.
El éxito de Woow y Mercado Libre es bastante conocido. Ahora, la permanencia de estos mercaderes y bufones de la corte (lo digo en el sentido más digno de la expresión) es algo que me intriga. Y a veces, me hace pensar que estos hábiles negociantes han tomado un curso de publicidad o han planteado bien las bases de su negocio.

Antes de la fecha crítica (año 2002), ver a un vendedor de esta gama, era algo particular, anormal. Uno se los podía encontrar de vez en cuando en el ómnibus y rogarle a su madre por una bolsita de caramelos Zabala. Sin embargo, el viaje desde el Pinar a Montevideo o, peor, desde Montevideo a El Pinar de los primeros meses de 2011 parece una feria ambulante. Es que sí. Están en su auge. De lo que quieras: medias, caramelos, alfajores, chocolates (Nikolo), inciensos, espectáculos musicales donde la melodía te llega al alma (o te la rompe), pequeñas representaciones teatrales y hasta pomadas para destaparte la nariz.

Su metodología de venta es bastante diferente a la que se da en internet. Si en Mercado Libre se encargan de ofrecer la mayor variedad de productos para dar más opciones, en el ómnibus te tiran el chocolate por la cabeza. “Es lo que hay, valor”.

En Mercado Libre buscan abarcar la mayoría de clientes, los vendedores en los autobuses hacen su propia segmentación del público:
- Bueno me voy en este.
- ¿En ese?
- Sí.
- No te lo recomiendo, todos viejos. Mirá las caras. 

Y mientras que Internet te permite endeudarte con la tarjeta, los vendedores ambulantes te piden que traigas la billetera llena de monedas.

Pero hay también similitudes

Internet no tiene rostro, ni tampoco tiene que aguantarse la cara de la gente del ómnibus, así que no dice nada si no le comprás. O siempre dice gracias. Los negociantes andantes también hacen lo mismo. La mayoría. Algunos se enojan cuando no ganan nada. Y antes de bajarse se dan la vuelta hacia el público, súbitamente, y menean la cabeza indignados mientras anuncian: “se nota que va para El Pinar”.

Las estrategias publicitarias son grandiosas: los negocios en línea utilizan las redes sociales. Los de la calle se basan de la verdad: “bueno estas lapiceras son de contrabando, la celeste generalmente no funciona” y, ante tanta sinceridad, convence a cualquiera. Otros utilizan el engaño como el señor que solía venir con la camisa. Se la rayaba con lapicera, la engrasaba, le tiraba yodofón y después con un cepillito limpiaba todo. Y así unos cuantos compramos el tarro de “aloe” a tan solo $15, que pronto nos dimos cuenta de que solo sacaba manchas superficiales, pequeñas y al segundo de que se hubieran hecho.

En fin, yo compro en los dos lados. Me gustan los maníes (aunque nunca son dos veces más baratos de lo que venden en los quioscos, como dicen) y a veces me da pereza tomar un autobús para ir a comprar, así que consumo online.